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Notas del Perdon

 

Usualmente la mayoría no sabemos ni dar ni pedir perdón y es además que nuestro orgullo no nos deja ver los enormes beneficios de esta virtud.

El hecho es que para muchos, pedir perdón significa disculparse, y nada más. ¿Se han equivocado? Sí. ¿Se sienten mal? Claro. ¿Piden perdón? No. Dan excusas. “Yo no quise...” “No sabía que...” Muchos de nosotros empleamos frases como éstas. Sin embargo, dar excusas no es pedir perdón. Damos excusas—o tendríamos que darlas—sólo cuando las hay, cuando de verdad no fue nuestra culpa. O sea, cuando en realidad no buscamos el perdón, sino sólo aclarar los hechos.

Sin embargo, cuando realmente necesitamos perdón—y es más común de lo que nosotros pensamos—no valen las excusas. Imaginemos que vas al banco para sacar dinero. Te metes en la fila, y cuando llega tu turno, te pones a explicar por qué no necesitas dinero. “Saqué dinero ayer. No tengo que ir de compras hasta la semana próxima. Tengo lo suficiente en la cartera. No necesito que me des nada”. Uno de dos, o te van a recomendar un psicólogo, o llamarán a seguridad. Esto sí: no te darán nada. Así se siente nuestro interior, realmente necesitamos sentir el perdón y esta allí en nuestras manos.

Si no sabemos pedir perdón, si no sabemos reconocer que necesitamos ser perdonados, tampoco podremos perdonar de verdad. Si para nosotros pedir perdón es igual quedar excusas, ¿qué pasará cuando nos toca perdonar lo “imperdonable”? Cae todo. ¿Cómo puedo perdonar yo lo que me han hecho? ¿Cómo puedo perdonar a quien mató a mi hijo? Si para ti perdonar se reduce a excusar, tienes razón. Hay cosas que no se pueden justificar.

Regresemos al banco (de preferencia, que no sea el mismo). Ponte en la fila, y cuando llegue tu turno, retira mil dólares. Y acto seguido, regálalos al siguiente. Sí, regálalos. Pero ¡si él no los merece! ¿Qué ha hecho él para que se los dé? Nada. Esto es el perdón. Un regalo. Un don que no se merece, y que, sin embargo, se da. Existen cosas que no se pueden justificar, pero no hay nada que no se pueda perdonar.

Pedir perdón. Darlo. Reconocer nuestros fallos. Dejar de lado la mera justicia para dar un paso hacia el amor. Nos cuesta... mucho. Y después de todos estos gastos, parece que nos quedamos con muy poco en el banco. Sin embargo, a nuestra parte espiritual no le importa el perdón que tengamos almacenado allí en la caja fuerte, sin usar. Nosotros nos perdonaremos en la medida del perdón que hemos dejado en las vidas de los demás. Además el perdonar y perdonarnos es quitarnos una carga de encima, hay teorías que dicen que el cáncer y otras enfermedades se generan a partir que no perdonamos ni a los demás ni a nosotros mismos, así que piénsalo.

por Nestor Ovalle.

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